Cientos de personas han participado esta tarde en la tradición de procesionar al Cristo de la Salud, más conocido como ‘Cristo de los Terremotos. Esta costumbre, que ha pasado de generación en generación, comenzó tras el terremoto que sacudió a Albolote y a los pueblos del cinturón de Granada el 19 de abril de 1956. Desde entonces, cada año, la ciudadanía de Albolote saca a hombros a su Cristo para pedirle que no vuelva a suceder una catástrofe como aquella.
La comitiva ha salido desde la iglesia de la Encarnación recorriendo la calle Granada hasta la intersección de las calles León Felipe y Doctor Burgos donde los párrocos de la localidad, Miguel Gómez y Manuel Molina, han rezado en memoria de los fallecidos en aquel seísmo. Lo han hecho desde el balcón de una la vivienda particular mientras los fieles asistentes han podido besar las rodillas del Cristo de la Salud y elevarle sus promesas. Este punto, donde se desarrolla la liturgia, es donde se encontraba la vivienda en la que fallecieron las tres personas en aquel seísmo, incluido un niño de corta edad.
Esta manifestación de fe se ha convertido, con el paso del tiempo, en una costumbre. En una tradición que ha pasado de padres a hijos, y en la que ciudadanía alboloteña, aprovecha para venerar la imagen del Cristo de la Salud y elevarle sus ruegos y plegarias.
Como en años anteriores el ayuntamiento ha estado representado por el alcalde, Salustiano Ureña y el resto de miembros del Equipo de Gobierno y Corporación municipal.
Terremoto del 19 de abril de 1956
La magnitud que se calculó fue de 5 en la escala de Ritcher con una intensidad de VIII en Albolote y Atarfe. Su epicentro se situó en un punto entre las localidades de Atarfe y Albolote, con coordenadas: 37.26 N, 3.73 W y una profundidad de 6 Km. (con un error de más/menos 3 Km.), lo que hizo que el terremoto se encuadrara dentro de la categoría de terremotos superficiales, un hecho, sin lugar a dudas, que favoreció la alta intensidad y los daños provocados.
El terremoto de Albolote tuvo una duración de cuatro segundos y su origen se establece por la falla de Sierra Elvira, la cual se cree que es continuación de la de Nigüelas-Padúl. La gran sismicidad de la zona se debe al contacto entre los dominios geológicos Subéticos y Penibéticos.
En Albolote fallecieron tres personas, entre ellas un niño de corta edad. A estos fallecimientos hay que sumar más de 40 heridos y cuantiosos daños materiales, sobre todo en las viviendas de aquella época. La cifra rondaba el centenar de viviendas destruidas y otras muchas inhabitables.
El Padre Antonio Due Rojo, director del Observatorio de Cartuja en aquellos años, evaluó los daños según dos categorías: casas europeas y no europeas, distingue los edificios bien y mal construidos, coherencia o trabazón de las partes entre sí (vigas, tabiques, cielos rasos), materiales empleados, unión de las piedras de mampostería, ladrillos cogidos con mortero, etc. Las casas no europeas eran más vulnerables a la sacudida debido a que eran construcciones de peor calidad. Los daños se estimaron en 16 millones de pesetas de las de entonces, además a esto había que sumarle la reconstrucción de las nuevas viviendas, con lo que la cifra se disparaba aún más.
Pastor achaca los destrozos a la mala calidad de las construcciones y a la escasa coherencia de los materiales. Tras analizar los emplazamientos afectados es de la opinión de que se había exagerado en las estadísticas oficiales cuando se decía que el 30% de las viviendas habían quedado prácticamente destruidas, el 60% con daños considerables respecto a Albolote, el 5% destruidas y el 40% con daños importantes en el caso de Atarfe. Este autor dijo que él no realizó el recuento, pero pensaba que se había exagerado un poco en las encuestas y documentos. También habla de los desprendimientos que tuvieron lugar en el Tajo Colorao en las inmediaciones de Sierra Elvira y los achaca a la existencia de un mal saneamiento de la cantera y a la inestabilidad de los bloques.
En aquella época la población de Albolote se aproximaba a los 5.000 habitantes y tenía edificadas entre 850 y 900 viviendas. Los objetos cayeron al suelo a distancias de un metro de su posición inicial. Los edificios mejor preparados presentaban grietas en algunos casos considerables. Los de inferior calidad quedaron inservibles y otros hundidos. La fachada del Ayuntamiento sufrió la pérdida de un remate en el escudo del pueblo. La Iglesia perdió parte del alero y la torre presentaba grietas notables. Muchas viviendas perdieron los tejados.